Recientemente, el grupo Guacamolink mostró su más
reciente producción en la Casa de la Cultura de Navarrete, en el Alto Manhattan. La temporada consistió en la presentación de
dos unipersonales: Hijo del ruiseñor
y Herencia de la desidia.
Preparación e intuición actoral, propuestas
dramatúrgicas singulares y la relación director-actor son elementos
determinantes en estos trabajos.
Trabajos con un fuerte elemento ritual y en el que el espectador
abandona su rol pasivo para rehacer elementos de la historia contada.
Hijo del ruiseñor, escrita y
dirigida por Walter Ventosilla, es una pieza en tres tiempos, tres espacios y
dos personajes. Un actor hispano cursa
estudios de teatro en una academia en Nueva York. Por casualidad, el histrión conoce a un poeta
y teatrero español, Federico García Lorca, de visita en la ciudad y que influye
en su visión del arte y del mundo.
En otro plano, aparece una anciana de pensamiento
conservador, opuesta a cualquier cambio social y que hace una apología de la
persecución del poeta y sus amigos. Ella
se inclina por las fuerzas que guardan el orden a toda costa, fuerzas que silencian
a bohemios y poetas.
Entre los aspectos particulares del texto, está el de
la metateatralidad. La pieza, entre
varios aspectos reflexiona sobre el hecho mismo de hacer teatro. Ventosilla como autor explora las
motivaciones de un actor para hacer teatro en los años veinte del siglo pasado,
no muy distintas a las de hoy en
día.
La actriz Emely
Grisanty se compromete de lleno con el escenario. Su trabajo escapa de lo regular. La intérprete ejecuta un complejo performance
en el que, con aparente simplicidad, diferencia cada uno de los personajes y a
cada uno le da fuerza. Grisanty utiliza
su expresividad corporal y gestualidad para crear imágenes de gran plasticidad
y hacer claras las transiciones entre sus roles. Resalta el manejo y la proyección de la voz
así como una impresionante dicción.
Por su parte, Xiomara
Cintrón está a cargo de la ejecución de Asterisca Itala, el personaje del
unipersonal de Herencia de la desidia,
de Antonio César Morón. El texto es
complejo por su marcado carácter narrativo.
En él, se abordan los temas de clase, la guerra, la violencia
doméstica. Asterisca está consciente de
su rol en una sociedad estratificada y a la vez defiende el clasismo de esa
sociedad no importándole que debido a ello caiga en el estrato más bajo y sea una
mujer sin derechos.
A la historia, se agrega la relación que mantiene con
su hijo Tila, el único hombre que la ha tratado como un ser humano. El hijo parte a una guerra; no se sabe cuál,
es simplemente una guerra más; para dar sentido a su existencia, Asterisca la defiende
y la justifica.
Características del trabajo de Cintrón son
versatilidad, dinamismo y precisión. La
actriz hurga para encontrar historias subyacentes del personaje. Ejemplo de ello es la sexualidad y posterior
ruptura con ésta que la llevan a romper con el mundo.
El trabajo es notorio por el movimiento que alcanza
niveles coreográficos creando escenas como el maltrato cargada de tal violencia
que el espectador puede sentir la presencia del “otro” agresor. Por otra parte, los silencios de la actriz están
cargados de significados. Xiomara
Cintrón a través del movimiento y la palabra muestra distintos ángulos del personaje.
La dirección de Walter Ventosilla se caracteriza por
buscar las posibilidades expresivas del espacio. Ventosilla como director estimula a las
actrices a que busquen posibilidades más allá de lo anecdótico y creen una
dramaturgia actoral.
En una entrevista, Ventosilla declaró: “Me siento
motivador, no un dictador teatral como ocurre con muchos directores. Motivo para que a su vez los actores puedan
crear su propia dramaturgia en el escenario, en el espacio creativo de ellos”. En el caso de estos unipersonales, la
relación se inició con las dos actrices a partir de los talleres que dicta este
teatrero. El resultado: nuevas
posibilidades estéticas en el teatro hispano de Nueva York.
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