Por Alejandro Aragón
Recién terminé de leer Mujeres sin trama, la última novela de Jacqueline Herranz Brooks. Esta novela, no muy larga, sí tiene una trama, sólida, áspera y un montón de posibles lecturas.
El punto de partida: Al ser expulsada de su casa por la madre por estar de amores con la prima, una muchacha serpentea de cama en cama, de amante en amante. Cada página narra un episodio del desenfrenado itinerario. El camino de la libertad forzada es extenuante. La pobreza abruma, no sólo a muchos, sino al parecer a todos en ese mundo sin alternativas. Para la narradora, la literatura (la que escribe o la que consume) y el sexo (el que disfruta o el que la consume), son “deberes a manera de flotadores” (parafraseo a Julio Cortázar). Vehículos para la salvación del alma cuando parece que el cuerpo va a caerse a pedazos o simplemente evaporarse. No hay pausa, no hay respiro, tampoco fatiga. Sin embargo el viaje no es deprimente, cabría decir que es entretenido. Con un humor que raya en el cinismo y un ritmo entre heavy metal y timba narra, por ejemplo, una pelea doméstica entre amantes muy cercana a un terremoto en la que el suelo y los mueble salen más afectados que las implicadas.
La narración no es apta para pacatos.
Herranz usa una voz narrativa muy propia que versiona voces escuchadas lo mismo en bibliotecas que en guaguas de su ciudad, La Habana. No hay necesidad de asustarse ante el reto de su sintaxis personalísima. Incluso las expresiones más prosaicas pueden y deben ser leídas como metáforas.
No abundan en la historia los juicios. La narradora, ¿o es la escritora? fascina cuando parece que meramente nos cuenta una película que vio en un cine de ensayo. Se niega a decirnos de qué trata, mucho menos a aventurar una moraleja. Si usted lee, es usted quien juzga.
En alguna parte escuché la palabra testimonio asociada a la escritura de Jacqueline. Me río del término, de su imposibilidad. Acaso sea posible el falso testimonio. Rememorar lo vivido se acerca tanto a la ficción, y viceversa. Pero si de algo valiera afirmo que leer esta historia me transportó a mi vida en la misma ciudad, en a veces similares circunstancias, olores, palabras, formas, sonidos que quería olvidados.
Jacqueline escribe compulsivamente, sin compromisos. Se nota que está a gusto narrando. Bien se le agradece en esta época en que las librerías reales y virtuales insisten en ofrecer libros con historias verídicas y conmovedoras tan cercanas al periodismo complaciente del fin de semana y cada vez más lejanas de la literatura.
Herranz Brooks, Jacqueline. Mujeres sin trama. Nueva York: Editorial Campana, 2011. www.editorialcampana.com
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