La primavera, los cambios y la esperanza
Pablo García Gámez
Suben las luces del escenario y los espectadores están frente a una
mujer que hace ejercicios de meditación.
Ella escucha una grabación de autoayuda y los consejos o decretos de una
voz que no a pocos refranes le echa mano, lo que advierte al espectador que algo
extraño e importante le pasa al personaje.
Poco después, ese algo se transforma en temas relevantes: una mudanza
inevitable, el tiempo, el cuerpo.
El apartamento en que ha vivido el personaje durante
quince años debe abandonarlo a final de la primavera a causa de la gentrificación
que echa mano a los espacios de Nueva York.
En ese lugar ha vivido momentos hermosos y de dolor. Los recuerdos se han apoderado del hogar
convirtiendo el espacio en la memoria física del personaje, el refugio de su
identidad.
Por otra parte, ella está consciente del paso del tiempo. En una escena comenta llegar a una edad donde se tienen más recuerdos que ropa, lo que se conecta con el cuerpo: ya no es la mujer hábil de 25 años sino una premenopáusica alerta: su cuerpo, cuerpo femenino que mensualmente sufre malestares debido a la menstruación, entra a una nueva etapa con otras complejidades a las que debe adaptarse.
Primavera ya no hay más, escrita e interpretada por Caridad del Valle, propone un paralelismo entre el hecho de dejar el apartamento y el cuerpo: así como hay
que buscar otro hogar, así también el cuerpo cambia: para ambos, la estación termina
para comenzar otra. La duda estriba en
si el cambio llega con las cintas de autoayuda, con la terapista cuya función es
asentir moviendo la cabeza o si la mujer se decide a enfrentar la realidad por
sí misma.
La pieza plantea un diálogo sobre distintos aspectos que
afectan al ser humano: es colectifcción, término acuñado por la académica
Priscilla Gac-Artigas, para aquellas obras literarias en el que yo, en
este caso el personaje, se convierte en nosotros porque se comparten
vivencias comunes; en este caso, a través de las transformaciones del cuerpo
femenino.
Además, Caridad del Valle en Primavera ya
no hay más muestra sus posibilidades como actriz: natural en la comedia, con
fuerza en el drama. Su talento genera energía,
energía que se traduce en dominio del cuerpo, gestos, transiciones: es estar
frente a un hecho estético que constantemente llega al espectador para llamar a
reflexión.
El montaje se caracteriza por su sentido minimalista. La escenografía diseñada por Omayra Garriga está enmarcada en telas al fondo que hacen de ventanas. En escena una maleta, una lámpara de pie, una silla; también de Garriga es la iluminación que apoya el hilo narrativo de la historia. El diseño de sonido de Zulema Clares es efectivo para incorporar al montaje voces y repiques de teléfono.
Primavera ya no hay más es dirigido por
Leyma López. La directora potencia el
potencial de Caridad para llegar al límite y dar un carácter único a este
trabajo. Además, explora el espacio para
brindar balance entre el cuerpo y la escena.
Con el discurso, el espacio, la interpretación actoral
y la producción no hay más primavera: llega otra estación con incertidumbres y esperanzas.