Teatro Pregones con The Harlem Hellfighters on a Latino Beat completa la trilogía que inició con La rosa roja y continuó con Aloha Boricua. Las tres piezas tienen elementos estéticos comunes: incorporación de música en vivo, exploración del movimiento escénico y elencos de actores comprometidos. También es relevante otro elemento común: la historia.
Hurgar en la memoria es un acto necesario en culturas dominadas. Una cultura colonizada, supuestamente carente de pasado, de historia y sin memoria, será llevada a asumir el punto de vista dominante. El proyecto de Pregones escarba en la historia paralela y marginada, la historia nuestra: puertorriqueña y latinoamericana de Nueva York.
Con The Harlem Hellfighters on a Latino Beat, Rosalba Rolón trae acontecimientos poco conocidos. Durante la primera guerra mundial, la mejor banda del ejército norteamericano estuvo integrada por músicos afro-americanos y puertorriqueños. Si los músicos en Norteamérica son segregados, en Francia se reconoce el talento del colectivo. La música es el campo de encuentro entre dos grupos que necesariamente han de poner de su parte para funcionar.
En el entramado hay otra historia: la de Victoria Hernández. Victoria, pianista y aficionada a la música clásica abre la primera tienda de música puertorriqueña en Nueva York y es figura importante para algunos músicos de la banda, una vez desaparecido Europe. Aparte de ciertas similitudes en la funciones de la autora-directora y el personaje, éste plantea un elemento feminista en el argumento.
El montaje alcanza un alto nivel, gracias al trabajo de equipo. Es un elenco homogéneo y que disfruta de los retos. Cabe hablar de Danny Rivera quien pone en función del personaje sus recursos actorales y su experiencia. Junto a él están Shadia Almasri, Otis Cotton, Yaraní del Valle Piñero, Jesús Martínez, Omar Pérez y Antonio Vargas.
El conjunto musical, bajo la conducción de Desmar Guevara e integrado por Konrad Adderley, Anthony Carrillo, Joel Mateo, Steve Oquendo, Alberto Toro, Bruce Harris y Papo Vásquez conduce a los espectadores por un recorrido a comienzos del siglo XX.
Los hechos tienen un peso contemporáneo. Los “fantasmas,” como son llamados en la pieza, muestran que a pesar de las diferencias culturales, se puede interactuar y alcanzar objetivos. Además, sienta el enunciado que debemos revisar nuestros logros y desaciertos como comunidad.