Friday, November 26, 2021

Pueblo vertical de Nelly Olivier: entre la salvación y la fiesta


En el verano 2021, The City University of New York -CUNY- organizó un taller de dramaturgia dictado por este servidor; en él se inscribió Nelly Olivier, teatrera de dilatada trayectoria en las artes escénicas, añadiendo sus saberes adquiridos durante décadas dedicadas al teatro.  Fue un encuentro en el que el tiempo se volvió circular: revivieron las imágenes de montajes de la Sociedad Dramática de Maracaibo, de grandes amigos, del Primer -y único- Encuentro Nacional de Críticos Teatrales.  Posteriormente, en noviembre, Nelly termina su obra Pueblo vertical, texto de gran fuerza y de extraordinarias imágenes. 

Pueblo vertical es un fragmento de “la bolita universal del mundo” (4), suerte de mostrario de los pueblos en el que confluyen mitos y leyendas de orígenes diversos, presentados por el Señor Botones o Kai, el sol Wayúu, junto a los milagros de noviembre de fondo.  La verticalidad se debe a que las imágenes se van colocando unas sobre otras a la manera de tótem; también es vertical porque se desarrolla un 18 de noviembre día de la Virgen de Chiquinquirá: “Los invitamos, esta noche después de la procesión de la Virgen que asistan a la función para celebrar a nuestra santa patrona, María del Rosario de Chiquinquirá, la Chinita, amada mujer, madre nuestra que estás en los cielos santificado sea tu nombre, hoy tus hijos te celebramos y te damos gracias por los milagros de cada día” (3), día espiritual, de corrección, de renacer.

El tiempo marca una característica del espacio: “Hoy apareció a orillas del Lago Salobre una Tablita, que lleva dibujada una Virgen Morena. María del Rosario de Chiquinquirá, la amada Chinita y desde entonces, el milagro es el pan nuestro en estas tierras” (15); la aparición de la imagen es un día de claridad.  Sin embargo, tal claridad es relativa porque las historias se desarrollan entre rituales, mitos y danzas diversos. 

El espacio es determinante.  Se presenta una relación profunda entre los habitantes y el lugar, una torre enclavada en el desierto.  Hay un afecto mutuo entre Pachamama y los moradores del barrio, un equilibrio en el que en el suelo árido ocurren los milagros. 

Al sitio llega el circo con el tono festivo de la banda de música.  Los espectadores reaccionan ante las ocurrencias del payaso Lechuga, la magia de Derzaubera o las acrobacias de Yocasta.  En el Momento 1, momento de lo humano, se revela una serie de historias privadas, comúnmente  vistas desde el ángulo que no permite a los testigos asumir una actitud activa, en el que se opta por creer en lo menos comprometedor para no involucrarse.  Son las historias como las de Lana, Lady y Berzaubera. La exposición de la violencia de género, del abuso sexual y de la homofobia colectiva se evocan ese día especial creando una reflexión entre lo espiritual y el hecho terrible.  Y uno intuye que las víctimas, como Gloria Anzaldúa en Borderlands, sienten que: “Debajo de mi humillada mirada insolente está una cara lista para explotar” (37). 

Si en el Momento 1 hay elementos del carnaval batjiano, el Momento 2 explora las posibilidades del carnaval: Lady, madre que como La llorona busca a sus hijos, para no ser agredida se transmuta en La mujer barbuda, un ser otro.  Aparece Yocasta, la hija que Lana sembró en el desierto después del abuso físico y mental al que estuvo sometida.  Otro aspecto es que nuevos rituales recrean el mito.  En ellos, el subalterno habla, participa; descubre que el amor es un acto de rescate por otro sino la liberación desde lo interno del ser.  El acto de sanar se desarrolla con el ritual y la fiesta, entre danzas y gaitas: con la recuperación de la víctima sana el colectivo en general. Es un texto que se aproxima al Teatro Ambiental desarrollado por Richard Schechner en Environmental Theater, “…en el que todos los elementos o partes que componen la presentación se reconocen como vivos.  ‘Estar vivo’ es cambiar, desarrollarse, transformarse; tener necesidades y deseos; incluso, potencialmente, adquirir, expresar y utilizar la conciencia” (x).  Por un lado, está el espectador-vecino cuya conducta incide en la obra; por otro, se articula el respeto al medio ambiente.

Pueblo vertical es un texto híbrido en el que se conectan elementos trágicos y cómicos.  Es audaz y profundo: desde el catolicismo como elemento espiritual que convive con otros credos, se muestra el mundo de la violencia patriarcal.  Por otra parte, en el texto se mantiene una constante poética, poesía de lo tradicional y lo popular sublimado. Pueblo vertical tiene elementos de gran valor y audacia. Como para verlo en escena.

Wednesday, November 10, 2021

Venezuela, 13 de noviembre: Mensaje del Día Nacional del Teatro 2021

 



“La libertad se encuentra en observancia

De las leyes. La práctica continua

De las virtudes,  al ardiente celo

Por la común felicidad unida

Es lo que conforma el republicanismo (…)

La libertad sin leyes se destruye:

Sin virtud la república claudica.

Si apetecéis sed libres, sed patriotas.

Si patriotas, virtud es la divisa.”

Esta advertencia fue recitada en un escenario  en 1824 y es parte del diálogo que concluye la tragedia Virginia,  primera pieza teatral editada en Venezuela  ese mismo año,  escrita por Domingo Navas Spínola.  A través de ella un intérprete dramático expresó el sentimiento y los deseos  que animaban la creación de la República.  La añeja referencia  es un ejemplo de como el teatro, arte social por excelencia,  ha  sido espejo y guía orientadora de nuestros anhelos como venezolanos;  huelga decir  que  el significado e intención de esta obra cuando asocia  las palabras leyes, libertad y patriotismo, continúan vigentes doscientos años después,  luego de  las  cinco veces que ha sido refundada nuestra nación, en un país en los que tales conceptos, aunque con ópticas que pueden ser antagónicas,  se enuncian como centrales en el debate político y social.

Y es que a dos siglos del surgimiento de una escena  nacional propiamente dicha, además de cumplir el propósito de entretener y divertir, el teatro ha servido de registro y testigo crítico del acontecer nacional, aún en los momentos más aciagos y contradictorios de nuestra historia. Hoy, Día Nacional del Teatro,  es propicia la reflexión  sobre la importancia y trascendencia de este arte, suma y síntesis de todos los demás,  como factor que ha contribuido a identificar nuestro devenir e identidad como pueblo.

Pero además de lo anterior y a sabiendas de que, como dicen algunos, el día del teatro se conmemora cada vez que comienza una función, la efemérides  de hoy  tiene otros significados que debemos mencionar.

 Conmemoramos  hoy  que el 13 de noviembre de 1828, desde Bogotá, capital de Colombia  (llamada por los historiadores Gran Colombia) y a la cual estaba integrada Venezuela como departamento,  el Libertador decretó la reconstrucción en Caracas del primer edificio teatral que existió en nuestro país una vez que nació como república, mismo en el cual se estrenaron las piezas dramáticas iniciales escritas por autores criollos.

Celebramos hoy  a todos los que concurrimos a un escenario nacional como artistas, sea para criticar, recordar o  reinventar la realidad, en la certeza de que otro mundo y otra sociedad son posibles.

Rendimos homenaje  hoy a los y las teatristas venezolanos, tanto a  los que tenemos una larga experiencia de décadas como también a los de la nueva  generación que se integran a la profesión y en quienes reposa el futuro de los escenarios.  Nos referimos a todas y todos, independientemente  de la labor escénica a la que se dediquen y del  lugar donde lo estén haciendo,  sin olvidar a quienes partieron  allende nuestras fronteras: actores, directores, técnicos, tramoyistas, dramaturgos, críticos, diseñadores,  realizadores, titiriteros, docentes, administradores, productores…  A todos y todas, en la creencia de  que el milagro maravilloso de escuchar los aplausos después de una escenificación es solo gracias a la mancomunidad del entendimiento y la buena voluntad de un colectivo.

Les hacemos un reconocimiento por mantener viva la profesión,  sea en los teatros de las grandes ciudades, como también  en los salones, calles o plazas de los barrios y pueblos,  improvisando escenarios en el afán de servir a sus comunidades,  escatimando los gastos de la sobrevivencia personal para financiar una función, desafiando los riesgos de la terrible pandemia mundial para ofrecer su arte  o  exigiendo presupuesto e infraestructura cultural  ante el escritorio de un decisor público.

También queremos hacer memoria de los teatristas fallecidos que partieron este último año a causa de la pandemia. Para ellos un amoroso recordatorio de quienes siempre nos sentiremos obligados con nuestro trabajo  a suplir el vacío que dejaron, si acaso eso fuera posible.

Agradecemos y celebramos al público que asiste a las funciones, para  confrontar las dudas y temores de la existencia o entretenerse escapando de ellas,  gracias a  las maravillas y posibilidades de la ficción dramática. Sus atenciones y aplausos son el principal combustible de los escenarios.

Interpelamos hoy a los gobernantes y legisladores, indistintamente de sus contradicciones y parcialidades políticas, para lograr más y mayores conquistas y aportes para el sector. Ciertamente se ha avanzado en el rescate de salas y la apertura de una institución educativa universitaria que contempla la enseñanza dramática en su pensum, pero ello no basta para los millones de espectadores potenciales del teatro venezolano,  como tampoco para la gran cantidad de teatristas que hemos ejercitado el arte durante largo tiempo en muy duras condiciones.

La fecha es propicia para hacer énfasis en el actual debate para la aprobación en la Asamblea Nacional de una Ley para el teatro, larga y muy sentida aspiración del sector cultural, que ha movilizado un sinfín de propuestas de los profesionales escénicos de todo el país. La puesta en marcha de esta iniciativa no creemos que se deba a una coyuntura o interés político o sectorial en especial,  sino a un deseo que durante muchos años y por diversas vías  hemos expresado para reglamentar y hacer obligante la protección del arte teatral venezolano, lo cual motivó la elaboración de por lo menos cuatro anteproyectos que fueron ignorados en su momento. El debate sobre el proyecto de  la Ley, además de ser importante porque implica una mejora del status de este arte y las obligaciones respectivas del Estado, a su vez debe ser causa y motivo crítico para repensarnos como artistas, espectadores y ciudadanos comprometidos con su época, para profundizar en  el análisis del  qué y el cuanto hemos hecho por mejorar la cantidad y calidad de los espectáculos. No nos bastará con que se apruebe una Ley para solucionar las carencias de la escena nacional. Una vez que se concrete dejando de ser  una intención legislativa, debemos aprestarnos para que se cumpla.

Celebrémonos pues, este día y también  cada vez que comience la función, invocando con optimismo por siempre la imaginación y la concurrencia colectiva de los sueños en el escenario.  

Oscar Acosta