Ignorado
por los estudiosos de la literatura venezolana, fue
elogiado por el pensador mexicano Alfonso Reyes, el Nobel de Literatura Vicente
Aleixandre y el argentino Arturo Capdevila. “La voz ahogada” (1952),
es considerada, en el exterior, como una de las diez novelas esenciales de la
Venezuela de los años 50 del siglo XX. Discípulo de Pedro Emilio
Coll, Julio Planchart y amigo de Carlos Eduardo Frías; en
Madrid disfrutó de las tertulias con Ramón Gómez de la Serna.
(Hernán Colmenares)
Alejandro
Lasser, (Agua Larga, Falcón, 16 de agosto de 1916-Caracas, 3 de octubre
de 2014), falleció a los 98 años de edad, convertido en un
escritor prácticamente olvidado en nuestro país, casi no se le nombra, y se
tiene la impresión de que sencillamente, no se le ha leído. Su vida y su
obra, así como sus aportes a la literatura venezolana, son desconocidos
para la gran mayoría.
La voz ahogada, es una de
las obras que dan singularidad a la novelística venezolana de los años
cincuenta del siglo XX, junto con Ana
Isabel una niña decente, de Antonia Palacios; Cumboto, de Ramón Díaz Sánchez; El
falso cuaderno de Narciso Espejo, de Guillermo Meneses; La leyenda del Conde Luna, de Pedro
Berroeta; y Casas Muertas, de Miguel
Otero Silva.
Alejandro Lasser, estimado por el premio Nobel
de Literatura, Vicente
Aleixandre, como “un noble exponente de la novelística venezolana”, formó
parte, entre 1941 y 1950, de los grupos literarios Centro de Estudios del Presente,
y Suma,
fundados por Juan Liscano, al que asistían Pedro Beroes, Juan
Beroes, José Salazar Meneses, Carlos Augusto León, César Rengifo, Aquiles
Nazoa, Francisco José Monroy, Rafael Clemente Arráiz, y Guillermo
Meneses, entre otros; además, estuvo vinculado a la revista Contrapunto,
(1948-1950), dirigida por Héctor Mujica y Rafael Pineda, de la que fue
colaborador y donde publicó un esbozo de sus “Apuntes para un retrato de Rufino
Blanco Bombona”. Articulista de El
Nacional, desde los días de su fundación; durante 25 años,
entre 1964 y 1989, entregó una columna semanal a sus lectores.
Un maestro de la escritura
renovadora
Alejandro Lasser, con su arquitectura verbal
logró, en La voz ahogada, hurgar en los conflictos íntimos del ser
humano, y desarrollarlos con admirable tino y precisión. Un valioso
aporte de creación sicológica, en donde lo onírico desempeñó un papel muy
significativo. Hasta ese momento, la novela venezolana era extrovertida,
volcada hacia el mundo exterior, hacia el paisaje, las costumbres, lo
social. A partir de “La voz ahogada”, se vuelca hacia las visiones, experiencias,
vivencias, sobrevivencias que asedian y rondan la intimidad del ser humano, y
que no es otra cosa que la afloración de nuestro ser.
Y qué decir de La
Espiral y el Círculo, (1992, Editorial Fundamentos, Madrid) Premio
de Narrativa Guillermo Meneses, otorgado por el Círculo de Escritores de
Venezuela; donde pone de manifiesto su condición creadora, gracias a la
construcción de estructuras complejas y el uso expresivo de los tiempos
verbales que marcan cambios anímicos y desplazamientos de perspectivas, que no
son otra cosa que las características de un escritor que ha sido lector
atento de Joice, Flaubert, Faulkner, pero también de Dostoievski,
Alejandro Dumas, Julio Verne, Emilio Salgari, Víctor
Hugo, y Cervantes, por quien siente especial admiración.
Profeta, allende los
mares
Alejandro Lasser, doctorado,
en 1941, en Ciencias Políticas por la Universidad Central de Venezuela, ha
navegado, con soltura, a lo largo de su vida, en las aguas de las ciencias
jurídicas, y de la literatura, valga decir, la novela, el ensayo, y la
dramaturgia. Pese al inexplicable silencio, en todas estas décadas,
de la crítica nacional, su contribución a la literatura venezolana, y, por
ende, iberoamericana, aparece registrada en una extensa bibliografía
especializada sobre el tema.
Al escritor Alejandro Lasser,
el reconocimiento siempre le ha venido de fuera, en 1960, representó a
Venezuela, junto a Juan Oropesa, y Mariano Picón Salas, en las Jornadas de
Teatro Hispano de la Sorbona, de París, donde se proyectó el cortometraje Reverón, de Margot Benacerraf. En
mayo de 2004, se le distinguió como Invitado Especial, por El Instituto
Cervantino de México, la Universidad de Guanajuato, el gobernador de esa
entidad, Juan Carlos Romero, y el Museo Iconográfico de Guanajuato, para
que disertara, en El Coloquio Internacional Cervantino, sobre su último
ensayo “Comparación de Don Quijote con Los Hermanos Karamazov, de
Fedor Dostoievsky”.
Una honrosa excepción la tenemos en 2006, cuando fue objeto de
reconocimientos por el Círculo de Escritores de Venezuela; y las Academias
Venezolanas de la Lengua y Ciencias Políticas y Sociales, por sus aportes
a las Letras y al Derecho. Y el 14 de
diciembre de 2011, la Fundación Casa del Artista le hizo un
reconocimiento por sus aportes a la literatura y dramaturgia venezolana.
Abogado, novelista,
dramaturgo y ensayista
Alejandro Lasser supo combinar
el estudio y la práctica del derecho con el quehacer literario. En el
ámbito jurídico ha publicado “Temas de
derecho de familia y menores”; “Marginalidad social y justicia y otros ensayos”. En
narrativa tiene en su haber: Sin rumbo, (1944); La
voz ahogada, 1952; La muchacha de los cerros, 1958; y La
espiral y el círculo, 1992.
Sus principales obras
dramáticas son: El general Piar (1946, Editorial Patria, Caracas),
montada, en 1960, por el grupo de teatro Compás, dirigida por Romeo Costea,
en el primer festival de teatro venezolano; donde se permite abordar la
imperfección de la justicia aplicada por los hombres.
Luego sigue con Catón
y Pilato, (1966, en 13
autores del nuevo teatro venezolano, compilador Carlos Miguel Suárez
Radillo, Monte Ávila Editores). La
Cueva (1967, Ediciones Zodíaco, Caracas), puesta en escena en
dos ocasiones por el grupo Compás, pone de manifiesto su preocupación por la
estructura teatral y un muy cuidado lenguaje. Una lección aprendida
de su maestro Julio Planchart: “escribir con precisión, claridad, sin excluir
la belleza”.
Catón en Utica, La entrega de Miranda o el
maestro y el discípulo (1990, Editorial Lisbona, Caracas); El
tiro que derribó la montaña, (1994, Círculo de Escritores de
Venezuela); con prólogo de Rodolfo Santana; y El
evangelio de Nataniel, entre otras. En todas sus obras (14
teatrales, 5 novelas, ensayos, un sinnúmero de artículos periodísticos, y un
libreto de ópera: El Caballero de Ledesma estreno mundial en el Teatro
Municipal, el 18 de mayo de 1979), está presente la reflexión ética
en un mundo complejo, riesgoso, que, sin embargo, nos permite vislumbrar lo
positivo, la opción salvadora en medio del caos, muy propio de nuestros
días. ¡Descanse en Paz, maestro Alejandro Lasser!
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